En primera persona: Serafina relata cómo es vivir al lado del río
La presidenta de la Villa 26 de Barracas narra en primera persona cómo es vivir a las márgenes del Riachuelo, describe cómo era el río cuando llegó de Santiago del Estero y rescata los lazos solidarios entre sus vecinos. Serafina habla también sobre el proceso de relocalización que enfrenta el barrio.
Serafina es la presidenta de la Villa 26 de Barracas. Llegó desde Santiago del Estero en 1954, cuando en la villa eran solo cinco familias. No había luz ni agua, todo hubo que gestionarlo. En la villa, Serafina formó su familia, se casó y tuvo cuatro hijos. Fue obrera en varias fábricas: Molinos Río de la Plata, Terrabusi, en una metalúrgica y en Lombardi, donde trabajó 32 años, haciendo envases de lata, y fue delegada sindical. Más de cincuenta años después, ella y sus vecinos de la Villa 26 están viviendo el proceso de relocalización de viviendas que les asegure una vida más digna y saludable.
Toda la vida pedimos lugares para traslados. Nos decían “no hay presupuesto, no hay terrenos”. Hasta que apareció la Causa Mendoza.
“Hay que ser perseverante. En la villa también hay cosas buenas. Los lazos, la solidaridad entre los vecinos. Hay que hacer talleres, sacar a los chicos, que vean otras realidades, porque hay chicos que nacen acá y no conocen otra cosa. Pero si salen, ven otras cosas y participan, se dan cuenta de que se puede vivir de otra manera”, afirma la presidenta de Villa 26 que viene trabajando para que esa perseverancia de sus frutos.
Desde mediados de los 90, gestiona el comedor “Los Ángeles”, ubicado en Pedriel y el Riachuelo, en el que da de almorzar a cerca de 220 niños y niñas. “Yo trabajaba en Promoción Social, ahí conseguí remedios, subsidios, colonia de vacaciones para los chicos. Una señora tenía un merendero en Avellaneda, del otro lado del Puente Bosch, y ella me sugirió que pusiera uno acá en la Villa. Y así hicimos todos los trámites y logramos empezar.”
¿Cómo era esta zona cuando te viniste a vivir acá?
Eran no más de cinco casitas, precarias, de cartón y madera, no había chapas de zinc. El piso era de tierra, prácticamente el cemento y el ladrillo no se conocían acá. No había calles. Eran más montañas de tierra que otra cosa. Acá no había nada. Eran pastizales y muchos ombúes.
¿Y el río, cómo era?
El río estaba lleno de petróleo. Había mucha navegación de los barcos, de día y de noche, que llevaban todo el material para las fábricas, pasaban con el remolque y el río ya tenía mucho olor. Desde que vine conocí el Riachuelo sucio.
¿Qué implicó transcurrir toda una vida al lado del río?
Eran más cosas malas que buenas. El Riachuelo siempre tuvo olores muy fuertes, desechos de las fábricas, se encontraban animales muertos, muchas capas de basura, había muelles donde amarraban los barcos. Era un ir y venir de barcos constante, muy transitado.
El río se desbordaba, subía medio metro, un poco más, se inundaba todo La Boca y Barracas. El agua entraba a las casas, había que levantar las cosas, después sacar el alquitrán y la humedad que quedaba en las paredes.
¿Cómo te convertiste en presidenta de la Villa?
Era muy joven. Me presenté en el Gobierno de la Ciudad. La villa no tenía nombre, era muy chica, la llamaban Villa Riachuelo (como el barrio). Ahí me mostraron un mapa y me explicaron que teníamos que armar una comisión para poder gestionar lo que necesitábamos. Sería el año 1970. Así que vine y hablé con la gente. Éramos pocos. Nos reunimos y votamos con avales, con firmas, y me propusieron a mí porque había sido la que fue a averiguar. No sabía nada pero me puse a aprender.
La comisión fue avalada por el IVC (Instituto de Vivienda de la Ciudad). Ellos me acompañaban, me ayudaban. Así, conseguimos el agua, pusimos tres grifos y después pusimos la luz. En 1971 vino la luz y fue maravilloso, fue como si saliera el sol.
¿De qué manera fue recibida la noticia de la relocalización?
Toda la vida pedimos lugares para traslados. Nos decían “no hay presupuesto, no hay terrenos”. Hasta que apareció la Causa Mendoza y el juez Armella definió que se tenía que hacer el Camino de Sirga. Pero antes, 8 años atrás, me habían venido a avisar de Planeamiento Urbano que habían adquirido dos terrenos para relocalizar la villa. Uno era el predio de la fábrica Medias París y el otro, que había sido un colegio, estaba en Luzuriaga al 800. O sea, estaban los terrenos, pero nunca se hicieron las viviendas.
¿Cómo te imaginas que va a ser no vivir más al lado del Riachuelo?
No sé cómo va a ser. Es otra vida. Yo nunca viví en departamento. Yo me crié en el campo. Allá tenés que entrar con la llave, vamos a tener que acostumbrarnos. Quizá va a ser más tranquilo pero vamos a extrañar. Yo acá siempre estoy con gente, ayudando a los vecinos.
Serafina muestra el mural que hizo el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sobre la estación de bombeo (la obra hidráulica más importante de la zona que permite que La Boca y Barracas no se inunden). El mural es de colores brillantes, tiene el puente Bosch, los barcos, una madre con un bebé en brazos, niños, trabajadores, y a Serafina con pava y mate en mano. Ella lo señala y explica emocionada: “Hicimos este mural para que cuando la villa se relocalice totalmente quede el recuerdo de que acá estuvo la Villa 26”.
Villa Riachuelo
La Villa 26 se ubica en Barracas, al sur de la Ciudad de Buenos Aires. Es una de las villas más emblemáticas de la Cuenca Matanza Riachuelo porque durante décadas representó la postal de las múltiples casitas de madera que se ubicaban sobre la margen del Riachuelo, con alto riesgo de derrumbarse ante el primer temporal.
ACUMAR, el Instituto de Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires (IVC) y el Juzgado Federal N° 2 de Morón llevaron a cabo en 2015 la mudanza de las primeras 125 familias, por considerar que vivir allí significaba un riesgo ambiental para la población.
La mitad de la villa fue relocalizada hacia el complejo habitacional de Avenida Luzuriaga al 800, en Barracas, la otra mitad espera ser relocalizada antes de fin de año.